El big bang de la innovación
Sergio Lehmann Economista Jefe de Bci
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Sergio Lehmann
En la última década se ha observado un incremento sin precedentes en innovación a nivel global, lo que se refleja en el explosivo registro de nuevas patentes. Más de tres millones en 2018, buena parte ellas concentradas en China, EEUU, Japón y Corea. Se trata de un proceso que viene ganando potencia desde hace algunas décadas, pero que en 2008 se aceleró exponencialmente, llevando a cambios radicales en procesos, servicios y formas de relacionarnos.
¿Qué ocurre ese año que cambia tan fuertemente la dinámica que hasta ese entonces se observaba? Se producen dos hechos fundamentales: en primer lugar, Apple crea el teléfono inteligente, abriendo un espacio infinito para desarrollos basados en este revolucionario aparato; en segundo lugar, se desencadena la gran crisis global, que lleva a respuestas sin precedentes del lado de la política monetaria mundial a través de masivas inyecciones de liquidez y bajas de tasas, generando abundancia de recursos para el financiamiento de atrevidas iniciativas y que bajo otras circunstancias les habría sido imposible conseguir. Buena parte de esta disponibilidad aún se sostiene.
Este verdadero big bang de la innovación aún no se captura del todo en las estadísticas económicas oficiales, aunque se recoge nítidamente en la inmensa ganancia de bienestar que percibimos en las actividades diarias. Las metodologías tradicionales para registrar datos económicos no miden correctamente las interacciones que ofrecen las nuevas tecnologías, por lo que el fenómeno de cambio que estamos experimentando no se refleja bien. La frontera de producción se mueve más rápido de lo que veíamos hasta hace poco tiempo, empujada por las enormes posibilidades de desarrollo que se derivan de nuevas tecnologías y la acelerada automatización de procesos. La mayor eficiencia y competencia que se genera, llevan a cambios abruptos en una amplia gama de negocios.
Aún no es claro qué realidad económica-tecnológica heredaremos a nuestros hijos y nietos, pero sí sabemos que será muy distinta a la actual. Cada vez serán más intensas y cercanas las relaciones entre empresas y clientes a través de canales digitales, mientras que la robotización cambiará radicalmente procesos y estructuras del mercado laboral, llevando a que la capacidad de adaptación sea el atributo clave.
Los procesos de innovación se caracterizan por lo que Singularity University denomina las 6 D, una cadena de eventos que activa oportunidades. Estas son: digitalización, todo aquello que ofrezca la posibilidad será digitalizado; decepción, los desarrollos innovadores en sus comienzos pueden ser desalentadores, pero debemos aprender de ello y corregir de ser necesario; disrupción, las innovaciones han ido y continuarán removiendo las formas tradicionales de hacer las cosas; desmonetización, los billetes y monedas irán dando paso a pagos electrónicos; desmaterialización, las distintas tecnologías van confluyendo en pocos aparatos que concentran una amplia gama de funciones; democratización, las nuevas tecnologías, dado costos más accesibles, están al alcance de todos.
A nivel país debemos preguntarnos qué estamos haciendo para enfrentar esta avasalladora revolución. Algunas empresas y bancos se transforman aceleradamente, aunque muchos aún no dimensionan lo que esto significa. ¿Qué avance hemos hecho en educación y capacitación, entre otros? Muy poco hasta ahora. Es importante que con urgencia nos subamos a este tren, porque quienes no lo hagan a tiempo quedarán muy rezagados en su desarrollo.